La vida es puro tránsito. Todo cuanto nace debe perecer, como tributo al dominus de la historia que es el tiempo. Solo él permanece. La condena inapelable de la especie humana ya se ha dictado. Escrito está que su periplo llegará a su fin al cabo de 200.000 años; un suspiro, mero accidente en la imperturbable continuidad del cosmos. El término tan próximo, en la boca de la clepsidra temblará pronto la última gota de su destino. Sin embargo, aun conscientes de su naturaleza caduca, hombres y mujeres no asumen su propia muerte. Se lo impide su soberbia, causa de su vana pretensión: alcanzar la divinidad, sin dejar de ser mortales. "Pero al final de ese camino -escribió Nietzsche- se encuentra el sarcófago del último hombre que entierre a los muertos (con la inscripción nihil humanum a me alienum puto)". En este ensayo novelado, o relato de ficción, la imaginación corre las cortinas del futuro para mostrar el escenario del drama. El relato corresponde a personajes del mañana. Hablan en estas páginas de cómo será el final, de los concretos sucesos que preceden y acompañan el sacrificio del Hombre, del final de