Mucho antes de que Simone de Beauvoir dijera «mujer no se nace, se hace», este grupo de escritoras ya contaban sus historias oscuras para fundarse y rechazar las reglas de un mundo injusto que las obligaba a ceñir sus cinturas hasta la asfixia, las excluía y las sojuzgaba. Pusieron en marcha sus vidas, cumplieron fantasías y exorcizaron miedos. Desde fines del siglo XVIII hasta principios del siglo xx, organizaron novedosos universos literarios, instauraron hábitos de lectura, y fundaron modos de feminismo. Estas heroínas góticas, recluidas en cuartos malditos y en sus propios cuerpos, luchaban para liberarse, a veces contra fenómenos sobrenaturales, en algunos casos contra sus emociones y siempre contra el poder del mal, que se presentaba patriarcal, violento y autoritario. Supieron dar miedo, lograron sorprender, describieron escenarios y personas con una precisión nunca antes lograda, y ganaron legiones de lectoras y lectores. Se hicieron góticas y tenebrosas desde sus ficciones,
para iluminar las vidas de todas las mujeres. Autoras y lectoras luchaban y se emocionaban junto a sus protagonistas
heroínas, igual que ellas.